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¡Yo también fracasé!

  • Foto del escritor: Ximena Martinez
    Ximena Martinez
  • 6 ago 2020
  • 4 Min. de lectura

Más de una semana ha pasado desde la última vez que estuve sentada tranquilamente para escribir algunas líneas, los días han sido tan escurridizos, tan rápidos y volátiles que no había dado tiempo suficiente para desprender estas sensaciones y además, el montón de actividades que nos echamos encima cuando queremos sentirnos productivos. En esta ocasión, quiero nuevamente ahondar en la reflexión, aquella que aparece cuando nos tomamos una taza de café o aquella que está en nuestra mente a la hora de dormir.


En el escrito anterior les hablaba con profundidad de sentirnos exitosos y vencedores pese a la circunstancias, de enfocarnos y persistir; sin embargo sabemos que la vida se encarga de darnos vueltas constantemente y en esta ocasión, como lo dice el título ¡yo también fracasé! Como a cualquier persona le puede pasar. Sentirte poco suficiente, carente, incapaz, perdedor y otros más adjetivos con los que alguna vez en nuestra vida nos hemos identificado al no lograr un objetivo.


Y no, no es que seamos dramáticos ni exagerados cuando sentimos que hemos fracasado, los sentimientos negativos que nos invaden son totalmente necesarios y normales. Lo que no debemos hacer es pensar constantemente que el fracaso es algo malo y que nos va a torturar por el resto de nuestra vida. Ciertamente la gente se enfoca siempre en señalar a las personas que en algún momento de su existencia, tuvieron ese tipo de caídas, gente que tuvo que cerrar un negocio, gente que no consiguió un trabajo, parejas que se divorciaron, personas que aparentemente no han encontrado el objetivo, el plan, el sueño que todos buscan, etc. cada quien puede tener una definición distinta de lo que es fracasar.


Foto de burak kostak en Pexels


Pero como ya lo mencionaba, este desatino que hemos de experimentar, no es otra cosa más que un aprendizaje. Si vemos el fracaso como el fin de todo, entonces muy seguramente volveremos a cometer los mismos errores, pero ¿cómo es que algo que me hace sentir tan mal me puede ayudar a salir adelante? Yo, también me lo he preguntado un millón de veces, porque un millón de veces algo que quería hacer o lograr, no llego como lo esperaba. Entonces tuve que replantearme los objetivos. Ese es el aprendizaje que vemos después de llorar, de decepcionarnos, incluso después de enlistar todos los defectos que tenemos cuando nos sentimos quebrantados. Después de descargar las emociones, comenzamos a pensar en ¿qué pudimos fallar? ¿Cuál fue el error, qué hicimos o que no hicimos? Entonces nos damos cuenta de que aún hay por lo menos una nueva oportunidad de volverlo a intentar.


Claro que vamos a sentir miedo e inseguridad, son emociones válidas que ayudan a anticiparnos ante cualquier situación e incluso, en el más terrorífico de los casos puede que volvamos a fallar cuando lo intentemos, sin embargo, esa capacidad de sobreponernos a las situaciones difíciles, es decir la resiliencia nos saca a flote. (Si quieren saber más sobre este tema, les recuerdo que en “un bolillo pa´ la crisis” les explicó acerca de). https://xmena365.wixsite.com/misitioximena/post/un-bolillo-pa-la-crisis


Cuando digo que nos replantemos los objetivos, es cuando hacemos una evaluación de ¿qué podemos mejorar o qué otro medio podemos ocupar para alcanzarlo? En el primero de los escritos de “haciendo catarsis” precisamente habla de que, en algunas ocasiones nos saboteamos a nosotros mismos de hacer lo que queremos, por miedo a la crítica, a la decepción, al fracaso, al no creer que nuestro talento o trabajo valgan la pena, sin embargo, cuando pones a un lado esas inseguridades y literal, te avientas a experimentar lo que tenga que pasar, te darás cuenta de lo fuerte, lo valioso, lo necesario que puede llegar hacer tu existencia, pese a los tropiezos del pasado.


Nadie está exento de no fracasar. La única persona que no fracasa es aquella que no lo intenta. Es una frase que he escuchado muchas veces, pero que en verdad es muy atinada, porque también se vale decidir no volver a intentar algo. Habrá quienes que te insista en que lo hagas, sin embargo, si consideras no estar preparado o preparada aún para hacerlo, nadie tiene porque obligarte. Cuando hacemos cosas por obligación, no disfrutamos el proceso y nos puede traer grandes insatisfacciones.


Tampoco tengamos pena de decir –yo también fracasé- me equivoqué- no supe la respuesta- me bloqueé- me arrepentí en el último momento- para muchos pueden sonar a excusas, pero para ti, que estás viviéndolo son objeciones reales.


La vida está para dar saltos y para correr, pero también está para que puedas sentarte y contemplar el camino que llevas recorrido y así, decidir el mejor momento para levantarte.


Si en algún momento de tu vida, fracasaste pero después conseguiste lo que deseabas, te das cuenta de que esa tristeza o decepción te llevaron a sentir la mayor de las alegrías y victorias, consecutivamente entiendes que la vida es, ese equilibrio, que así como trae prosperidad, trae nubes negras.

Hacer catarsis de lo que cada día uno aprende, es sin duda una recompensa por aquellos momentos en que la hemos pasado mal. Y qué mejor que las letras sean las que hablen de estos sentimientos. Gracias una vez más, por compartir estos minutos de lectura. Ya escribiremos con qué sorpresas nos veremos la próxima semana.



¡GRACIAS!

 
 
 

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