Eterna felicidad
- Ximena Martinez
- 19 ago 2022
- 3 Min. de lectura
Hace poco publiqué una foto; me hallaba haciendo la segunda cosa que más me gusta después de escribir, leer, y la acompañé señalando la vida y sus vicisitudes; y es precisamente aquellos acontecimientos los que me han tenido un poco alejada del yo, del – yo verdadero – no es que no sea yo la mayor parte del tiempo, sino más bien, intentaba resolver, ante mi resistencia todo lo que sucedía a mi alrededor.
Mi resistencia tenía que ver con la búsqueda constante de felicidad. Me parece que ya en otras ocasiones he hablado de ella, de este sentimiento a plenitud que mueve al mundo – dicho en palabras poéticas – porque en realidad lo que mueve al mundo son nuestras propias interpretaciones de lo que puede ser la felicidad. Para algunos puede ser el poder, el dinero, el trabajo, la familia, el amor y otros tópicos. Los medios también se han encargado de ofrecernos o vendernos la idea de que la felicidad es una firme, interminable y nunca agotada fuente que emana sin parar; que podemos sentirla siempre y cuando, tengamos ciertos productos en casa, cierta figura, ciertas medidas, ciertas marcas, ciertas condiciones de vida.
Por lo tanto, vamos por ahí, buscándola, tratando de obtenerla, arraigándola, comprándola, que cuando por un momento la perdemos, nos sentimos los seres más desdichados; el problema además del consumismo o las erróneas creencias de que la felicidad se obtiene o se cuantifica en números, es que realmente no nos sentimos satisfechos, a decir verdad, es como si nunca nos sintiéramos totalmente felices.
Tal vez, más allá de ser un sentimiento como tal, la felicidad también puede interpretarse como un estado de elección, es decir, que aun con todo y esas vicisitudes de la vida, decidimos sentirnos felices. Pero, es algo que pocas veces intentamos. Porque también hemos interpretado que la felicidad debe absorber todo ámbito de la vida, que si la felicidad es el trabajo ideal, también lo debe ser el sueldo, el lugar a donde llegas, la gente que te rodea; y es que por supuesto que todos aspiramos a ello, y merecemos experimentarlo, sin embargo nadie está exento de las propias leyes de la vida. O del equilibrio de la vida, como a mí me ha gustado llamarlo.
¿Equilibrio? Sí, porque también sucede, que cuando nos hallamos en un conflicto, solemos valorar o apreciar con mayor fuerza los momentos a los que llamamos felicidad.

Foto de Melissa : https://www.pexels.com/es-es/foto/smiley-dibujo-sobre-arena-698899/
Entonces, también es subjetiva; cada quien elige lo que le produce el estado de felicidad, siempre y cuando, aprendamos – considero- lo más fundamental para experimentarla: no es permanente, no es definitiva, es una vuelta tras otra, una construcción diaria, va y viene, se vuelve escurridiza, incapaz de ser sometida, dura cuestión de segundos, minutos, horas, tal vez; no tiene una sola forma, ni una sola definición, es totalmente voluntaria, algunas veces imprudente o razonable, pero existente mientras dure; mientras sintamos que la tenemos.
Su ausencia no es sinónimo de fracaso, ni tampoco de infortunio; su ausencia corresponde – lo vuelvo a decir – a la diaria elección de cada uno; a la forma de afrontar los problemas, a la manera de sobreponernos de cada obstáculo, a nuestra propia forma de asombro, de sentir incluso que el estado de felicidad pueda equiparse a la experiencia máxima de los sentidos, cuando tocamos, olemos, probamos, contemplamos, oímos; esas elecciones que constantemente pasamos por ordinarias pueden, permitirnos explotar de felicidad.
Creo que la búsqueda de la felicidad, puede convertirse en un objetivo, en el objetivo que dirija nuestras vidas, sin perder de vista que al no poseer una sola forma, la felicidad puede ser momentánea y transcurrir solo mientras respiras, mientras escribes, mientras lees estas líneas. En mi resistencia por conservarla, me percaté de todas las ocasiones en que he sido feliz y que jamás había tomado en cuenta; Hasta hoy.
No pases desapercibida ninguna de las ocasiones en que sentiste, esa “eterna” felicidad.
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