"No pasa nada"
- Ximena Martinez
- 27 abr 2021
- 4 Min. de lectura
Hace un tiempo – cuando la pandemia estaba en su primer punto máximo – compartí con ustedes un escrito donde reflexionaba acerca de esa manera tan desenfrenada que tenemos algunas veces para vivir, surgió por obvias razones ante el encierro y las ganas de querer salir, entre la contingencia y las erróneas ideas del “a mí no me va a pasar” y de hecho así fue, como titulé ese escrito. En esta ocasión, podría parecer una secuela, sin embargo, creo que más que invitarlos nuevamente a la reflexión, es más bien, una súplica para que actuemos.
Al vernos confinados entre cuatro paredes, sé perfectamente que nuestro concepto de libertad quedo totalmente disoluto, guardado como las maletas, las bolsas de trabajo, los planes, el uniforme y los útiles escolares. Esos primeros meses fueron – creo que ni siquiera existe un término como tal que pueda ayudarnos a explicarlo - pero vamos a decir que fueron duros, severos, tristes, negros. Obviamente existieron personas que no respetaron nada. Pero conforme pasaron los meses, las noticias, los avances en materia de salud, esto de la vacunación nos dio cierta esperanza. Y aunque no hemos salido tan triunfantes de esta situación, podemos ya tener en nuestras manos, devuelta un poco de esa libertad.

Foto de The Lazy Artist Gallery en Pexels
Al punto que quiero llegar es, si realmente aprendimos algo. Si realmente aprendimos a moldear esa libertad y no despilfarrarla porque pensamos o pensábamos que nunca se iba a acabar. Antes de la pandemia dábamos por hecho muchas cosas, la idea del eterno trabajo, la eterna salud, la eterna familia y llegó un día, en el que para alguien, todo eso se fue. La libertad de decidir si salir a caminar, si salir a comer, a dar un paseo, también se perdió. Si desde antes de la pandemia tomábamos a la libertad como un recurso inagotable, ahora es cuando más nos sentimos con el derecho de hacer con nuestra libertad lo que queramos. Por eso se llama libertad y por eso es un derecho, pero, estas dos palabras también conllevan algo que aún nos cuesta mucho digerir: responsabilidad.
La responsabilidad es dar la cara cuando metemos las cuatro patas. No somos animales pero así se siente cuando tomamos decisiones que nos pueden llevar a problemas de todo tipo o a situaciones de las que parece muy complicado salir. Por supuesto que todo el mundo tiene algo que afrontar siempre, sin embargo hay muchas de esas situaciones, que son de vida o de muerte que se pueden evitar, al saber tomar decisiones.
Hace un par de días, falleció una persona que si bien no era familiar, fue alguien que quiso hacer la diferencia. Alguien que su existencia enseño el valor de muchas cosas a quienes tuvimos oportunidad de conocerle. Falleció por una imprudencia que se pudo evitar, falleció justo cuando tenía toda una vida por delante -¿Qué tiene que ver con lo que escribo? Todo, porque precisamente por esta persona fue que decidí escribir estas líneas. Escribir no nada más para seguir tratando de entender el concepto de la muerte, sino para entender porque a veces nuestras decisiones nos arrastran de un momento a otro a una situación así de dolorosa.
Circunstancias en las que ponemos en peligro nuestra vida o la de alguien más o en las que acabamos con la vida de una persona, escenarios donde lastimamos, donde mentimos, donde nos desviamos y ¿cómo para qué? ¿Para sentir adrenalina frente a un volante tal vez? ¿Para sentir velocidad, para sentirnos inmortales, inalcanzables, indomables? No cuestionó el que cada persona elija vivir su vida y su libertad de la manera en más le guste, lo que me atrevo a señalar es el razonamiento que debe prevalecer con cada acción, ese razonamiento que como seres humanos nos distingue de los animales, el cual pareciera a veces disminuye o desaparece y en verdad, metemos las cuatro patas.

Foto de Harry Cooke en Pexels
Dicen que mucho tiene que ver con el país, con nuestra cultura a la desobediencia, al brincarnos la barda, pasarnos de la raya, la educación que recibimos en casa, en la escuela, las malas influencias, el sistema judicial, la impunidad, etc. y aunque si bien estos factores intervienen muchísimo en nuestra toma de decisiones, el mayor problema suele venir de la capacidad de asumir como tal, nuestra responsabilidad y no señalar continuamente a otros como culpables.
Aunque México es uno de los países con más leyes y reglamentos y algunos improcedentes por tecnicismos jurídicos, de nada o poco estos llegan a ser como un alto para que midamos las consecuencias de cada acto nuestro. Si nos escabullimos cuando sabemos que hay un alcoholímetro, tenemos reservas cuando hay Ley Seca, el amarillo en el semáforo lo tomamos como un “acelera y no te detengas”, estacionarnos en lugares para discapacitados o en la cebra peatonal, el que los perros utilicen mejor los puentes peatonales o lo más reciente, el hecho de no respetar las marcas para la sana distancia. Tantas y tantas advertencias que usualmente no respetamos o creemos innecesarias llevarlas a cabo y ¿Por qué? Tal vez por pereza, por falta de tiempo, interés o porque no hemos escarmentado aún o lo suficiente.
El que “nadie se dé cuenta”, el “todo mundo lo hace” o el hecho de que prácticamente nadie respete las leyes, no son una justificación para hacerlo. El sistema judicial, la educación, el gobierno, la sociedad en general, todos juegan un papel importante en esto claro, así como también sé que existen otras tantas pésimas circunstancias que no van a cambiar de la noche a la mañana, pero cómo lo escribí al principio, si tenemos derecho a la libertad, al gozo, a la distracción, también tenemos la obligación, por convicción y necesidad de cuidar, de ayudar, de respetar, de saber que cada decisión que tomes tiene una consecuencia en tu vida y para las personas que te rodean.
Sé que la vida tiene un punto final. No sabemos dónde está el nuestro, pero tampoco juguemos para averiguarlo. La libertad no consiste en hacer lo que quieras, consiste en saber elegir lo más conveniente para ti sin dañar a otros.
“El no pasa nada” puede convertirse en el error más grande y más difícil de asumir.

Foto de Bruno Pires en Pexels
Gracias por tu tiempo y lectura.
Gracias por seguir haciendo posible este espacio.
Con cariño y respeto para ti, Aldo. QEPD.
Comentarios