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"No estoy triste, es que está lloviendo afuera"

  • Foto del escritor: Ximena Martinez
    Ximena Martinez
  • 16 jun 2020
  • 5 Min. de lectura

Empezar este escrito ha sido un poco difícil, porque precisamente hoy en particular me ha costado mantener la concentración sobre mis pensamientos. Han sido días complicados porque cuarentena, calor y uno que otro detalle físico al que aún no le encuentro explicación. Tengo una libreta donde he anotado los temas sobre los cuales quiero escribir, y según mi propio orden, le tocaba a este tema… el tema de las emociones.


Justo en esta temporada de contingencia, he leído muchos artículos donde organizaciones psiquiátricas y de salud mental del todo el mundo pronostican una nueva pandemia; las enfermedades mentales en auge, a un grado en el cual podrían incapacitar a la persona. No es de sorprenderse que suceda esto ya que nadie estaba preparado para esta situación.


Nos jactábamos de ser almas libres hasta que alguien nos advirtió que para sobrevivir debíamos permanecer encerrados. Fue entonces cuando hubo una explosión en cada ser humano. Había quienes no convivían con su familia, hasta ese día. No nos habíamos percatado del valor verdadero de estar sanos, de que la vida se convirtió en una austera, minimalista y sencilla existencia. Hubo quienes también perdieron trabajos, parientes, proyectos, negocios, estabilidad emocional. Bueno, creo que todos sentimos esa ausencia de estabilidad.


Estas mismas organizaciones de salud mental mencionan que los síntomas de estar en aislamiento social son muy parecidos al síndrome de abstinencia que sufren las personas adictas. Todos somos o éramos adictos a alguna situación o actividad que nos provocaba serotonina (esa, la hormona de la felicidad) como ir de compras, salir a dar un paseo, ver a los amigos o la familia, viajar, incluso trabajar.

Cuando dejamos de hacer estas actividades, es lógico que pareciera se nos viene el mundo encima. Sí, anhelábamos tener tiempo para hacer otras cosas, para limpiar a conciencia la casa, leer algunos libros, ver series, descansar, dormir más de ocho horas, relajarse, hacer ejercicio, etc. lo cual es muy probable que al principio de la contingencia hiciéramos este tipo de actividades, pero -¿y qué hacer con las siguientes semanas restantes…?


Lo repito, nadie por más ermitaño que sea, estaba preparado para aislarse físicamente del mundo, para no saber qué hacer con tantas horas libres, para sobrellevar la cuarentena con aquellos miembros de su familia con los que probablemente no mantenía una buena relación o incluso, más difícil desde mi punto de vista, sobrellevarla con la soledad. Es por ello que nuestro ser reacciono de diversas maneras, nos hicimos: ávidos, hambrientos, competidores, ociosos, emprendedores, compulsivos, exagerados, temerosos y algunos, hasta escritores.


Tomando como punto de referencia que en este preciso momento, y pese que algunos ya están regresando a una rutina, todos nos subimos a esa montaña de emociones, que bajaba y subía sin ritmo, sin control aparente, que nos hizo sentir la más profunda tristeza y la más agradable felicidad. Sin embargo las emociones no son un juego, a partir de este momento, las emociones debe ser reconocidas como la función más normal de nuestra persona.


La mercadotecnia, las redes sociales, los medios comunicación nos han enseñado que la búsqueda de la felicidad (aunque suene a título de película) debe ser el ideal y la lucha suprema de todo ser humano. -¿Quién no quiere ser feliz? Es obvio que todos queremos experimentar esa sensación de tranquilidad y paz absolutas, pero el problema es que también nos han vendido la idea de que la felicidad además de que viene materializada, debe ser un estado eterno, duradero y perdurable, como el “vivieron felices por siempre”. Y siendo aún más realistas, no lo es. Yo he escuchado a personas de la tercera edad que aseguran nunca haber sido felices en su vida, porque creyeron que ser feliz era una meta a la que tenían que llegar, cuando la vida en sí tiene su propio camino, que no solo nos hará experimentar felicidad, sino también tristezas.


Y a eso precisamente le tememos tanto, a sentir tristeza. Creemos que estar triste es malo y es sinónimo de fracaso; cuantas veces no hemos juzgado a alguien que se siente así, cuando vemos que esa persona puede ser joven, tener trabajo, familia, salud, tenerlo todo en apariencia -¿Cómo por qué esta así? La tristeza es un estado de ánimo que es normal y necesario experimentar.

Asimismo el llanto ha sido visto como una actividad propia de los débiles, de los exagerados y de las personas que aparentemente no controlan sus emociones. Y si tú buscas en internet lo que significa llorar, encontrarás que es un fenómeno ocular, una respuesta, un mecanismo de supervivencia, un reflejo de nuestra naturaleza como seres humanos, por lo tanto es inevitable, innato y hasta beneficioso, pues ayuda a liberar algunas hormonas que sirven como analgésicos naturales.


Aprendamos que estar triste está bien, que llorar es sano. Si tu tristeza viene por los días lluviosos, por una película, por una situación hormonal, por una discusión, permítete sentirla… la felicidad trae consigo tristezas, días así grises, en los que no todo será color de rosa. En todo caso si la tristeza permaneciera y te imposibilitará de realizar las cosas que comúnmente haces, sí se necesita de ayuda profesional. No le tengamos tampoco miedo a la ayuda profesional y menos después de esta contingencia. Ciertamente la función de un psicólogo no es ser tu amigo, pero si una persona que sabrá guiarte y con quien puedes desahogarte.


Asimismo como nos han vendido la idea de la felicidad eterna, resulta que también existe algo que se conoce como positividad toxica, la cual como su nombre lo dice es crear esta tendencia de todo tiene que ser siempre positivo y se ayuda de aquellas frases que exageran las buenas emociones; frases tan usadas como “échale ganas”, “animo” y “siempre feliz, nunca infeliz”, por mencionar algunos ejemplos.

No es que sea perverso decirle a alguien frases que pueden alentar a la persona a que busque su propio bienestar, el problema reside en que esta situación crea un estigma precisamente sobre las emociones negativas (tristeza, enojo, ira, asco) y pueden lograr que la persona en vez de sentirse apoyada, se sienta confundida y hasta culpable con ella misma, por no ver la vida así.


No romanticemos la idea de que todo el tiempo nos vamos a sentir bien. Y principalmente las mujeres, ya que aunque las emociones no tienen género, ciertamente si influye mucho el sexo en la manera en cómo las experimentamos. Y me refiero a las mujeres porque tendemos a relacionar el estado de ánimo con el arreglo personal. Habrá días en los que a lo mejor no quieres bañarte, no quieres maquillarte y tratas de usar la ropa más cómoda (principalmente en esta cuarentena) sé que también existe la sensación de tristeza cuando te ves al espejo y no te sientes a gusto con lo que miras por lo tanto optas por darte una manita de gato, sin embargo, la recomendación es la misma, permite sentirte como quieras, te aseguro que la vida de alguien no es tan perfecta y feliz como lo aparentan en las redes sociales, así quieran transmitir todo el tiempo la buena onda, en el fondo se pueden estar causando un daño grave si esas mismas personas no se permiten apreciar las emociones negativas incluso pueden estar evadiendo una realidad que no les agrada.


Y ya para finalizar este tema, también quiero que sepas, que si tus emociones van en esa montaña rusa de arriba abajo, lo cual te hace llorar a ratos y reír después, tampoco eres bipolar, no estás loco o loca; la ansiedad, la depresión, la bipolaridad, no son adjetivos calificativos con los que puedes describirte, son enfermedades mentales previamente diagnosticadas por un especialista. Sin embargo si tu sientes que a lo mejor algo no anda bien con esas emociones, como le mencione en párrafos anteriores, acude con un experto en salud para salir de dudas.


Las emociones vienen en nuestro paquete de humanidad, son lo que diariamente te hacen sentir vivo… si no las expresas pueden enfermar tu cuerpo, tu mente, tu energía; ya después les hablaré de ese tema.


Gracias por leerme en esta ocasión, en la cual creo que mi escrito ayudó a descifrar ese detalle físico al que no le encontraba respuesta.

 
 
 

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