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"No aguantas nada"

  • Foto del escritor: Ximena Martinez
    Ximena Martinez
  • 20 oct 2021
  • 3 Min. de lectura

Y no tengo porque hacerlo...


Creo que es la respuesta correcta. Cómo alborotó esa frase mi cabeza; cuantas cosas, insultos, situaciones, soportamos porque están socialmente aceptadas y hasta forman parte de la biografía del individuo; las bromas, el bullying, eso que ya existía hace muchos años y que probablemente nuestros padres o abuelos aguantaron porque al parecer no pasaba nada, porque solo era un juego, era parte de la infancia, era parte del crecer o eso era lo que forjaba el carácter. Y aunque en efecto, existe el desarrollo de la resiliencia como parte del proceso de crecimiento ante este tipo de situaciones, no quiere decir que a fuerza tengamos que soportarlo.


Entre “la llevadera” y la burla hay una diferencia que difícilmente podemos notar; el sarcasmo, la sátira, la picardía, las bromas pesadas, los apodos, los insultos, el albur, toda esta composición particularmente acentuada a la mexicana, es parte efectivamente de nuestra diaria convivencia, es como si naciéramos con esta capacidad de reírnos de todo, absolutamente de todo; sin embargo, todo era risas hasta que la estabilidad emocional de alguien pende no de un hilo, sino de una broma, de un instante en que hicimos de alguien nuestra mayor burla. Y no es porque seamos débiles o amargados, porque esa siempre será la excusa para justificar cuando uno precisamente “no aguanta nada”, la pregunta es ¿cómo por qué tengo que aguantar? Entiendo que muchas veces es como un pacto; te llevas, te aguantas ¿Y si no me llevo, qué sucede? ¿Tengo que seguir tolerando?


Restarle importancia a mi incomodidad, a mi tristeza, a mi inseguridad, solo traerá graves problemas a mi forma de socializar y volvemos a la misma cuestión ¿Por qué tenemos que aguantar?


Y esto aplica para todo, para toda aquella situación a la cual nos cuesta ponerle límites. Bien lo dicen, cuidado con lo que toleras, porque le estás enseñando a la gente cómo tratarte. Es lógica, si tú disculpas una acción, puede ser fácil que disculpes una segunda, una tercera tal vez, habrá quienes no lo hagan, pero eso no significa que nunca en su vida estarán frente a una situación así, donde difícilmente sea visible nuestro límite antes los actos de otras personas. Nos volvemos moldeables hasta el punto en que vamos aceptando y viviendo con lo que otros nos han hecho siempre pensando que es parte de la vida.


Pero no es así; si bien es cierto que no podemos cuidar lo que otros hagan, digan o dejen de hacer hacia nosotros, específicamente hacia nosotros, pero lo que sí podemos – controlar- es cuánto nos va a afectar y si vamos a dejar que nos vuelva a suceder. Las decepciones, las mentiras, las traiciones, vengan de quien vengan van a doler, son impredecibles, pero precisamente son las que nos ayudan a poner límites, las que de una u otra forma, nos permiten entender que no estamos para tolerar nada que nos duela; para aprender del dolor, también tenemos el derecho de elegir que tanto dolor nos causa una situación, porque sí existen los dolores que son opcionales.


Creo que con tantas campañas de sensibilización, de información, sobre temas como el bullying, como el acoso (independientemente del género o tipo de acoso) salud física emocional, mental, amor propio, etc. también es importante remarcar lo sano de elegir tus relaciones, de elegir de quien te rodeas, de la sintonía en valores, en creencias, en ideologías, en lo más que puedas compartir con una persona y no solo en un aspecto sentimental, sino en todos los aspectos de la vida. Saber que hay personas con quienes es mejor hacer equipo para trabajar, como personas que son solo para salir a divertirse, personas que solo necesitarás una vez en tu vida, personas que sabrán respetar una negativa tuya, que sabrán respetar el dolor, el espacio personal, la privacidad, personas que tienen límites porque ellas también sabrán apreciar que tú tienes también tus propios límites, tus propios “no”. En teoría, por algo dicen que los amigos solo se cuentan con los dedos de una mano.


Cuando pones límites no eres del agrado de algunas personas, pero para que agradar a quienes no tienes porqué tolerar.


Foto de Anna Shvets en Pexels


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