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"Mucho ayuda el que no estorba"

  • Foto del escritor: Ximena Martinez
    Ximena Martinez
  • 27 ago 2020
  • 5 Min. de lectura

Una vez más nos encontramos ustedes mis lectores, la computadora y yo #HaciendoCatarsis. Un día más en el cual estamos sobrellevando la tan mencionada crisis de la pandemia, porque en efecto hay una crisis tanto económica, laboral, emocional y hasta educativa en nuestro país. Esta semana sucedieron (como pareciera que ya es costumbre) muchas situaciones de las cuales podemos escribir y hablar, pero para serles muy sincera, quisiera detallar algo que ha estado en mi cabeza desde hace tiempo y que en particular, leí muchos comentarios, notas y reflexiones acerca de esto.


Siempre ha sido muy fácil el hablar y el juzgar a las personas por todo lo que implica vivir; desde su condición, su forma de vida, su pensamiento, sus acciones, las cosas que dice, etc. de alguna manera estamos acostumbrados a medir, a comparar lo que sucede a nuestro alrededor. Me atrevo a decir que es un hábito que vamos aprendiendo en casa y que de cierta manera nos ayuda a tomar decisiones respecto a nuestra propia forma de vida. Elegimos y comparamos productos, alimentos, lugares, amistades. No estoy en contra de buscar nuestro propio beneficio…


Sin embargo, en esa búsqueda del beneficio mismo, a veces olvidamos que el mundo no gira a nuestro alrededor, es decir, que existen más peces en el agua y que no somos los únicos que estamos luchando por sobrevivir. Si bien es cierto que este escenario pandémico por el que aún estamos atravesando, nos ha permitido abrir los ojos ante muchas situaciones que desconocíamos o dábamos por hecho, como el tener vacaciones o “el mañana nos vemos” que nunca llegó. También ha permitido que el ser humano tenga que adaptarse a una forma de vida más rudimentaria o como lo hemos visto esta semana, el tener que ajustar todo un ambiente y contenido escolar a una enseñanza en casa.


Foto de Anna Shvets en Pexels


Recuerdo que a inicios de la contingencia, se empezaban a escasear algunos productos básicos del hogar, gente que compraba en exceso particularmente el papel de baño y que esto, causo además de indignación, mucha burla; puesto que la gente por instinto, aseguraba su supervivencia, y como lo escribí en párrafos anteriores, no está mal el propiciar lo necesario para mí, siempre y cuando no olvidé que mi beneficio no tiene que estar construido sobre la desventura de otra persona.


Esto es un claro ejemplo de lo que tanto se pregona en redes sociales y que en la vida real es difícil de ser aplicado, la empatía. Esa capacidad de ponerme en los zapatos de la otra persona para entender su mundo, sus circunstancias y hasta de ser posible, sus acciones, permitiéndome así, no solo ser agradecido con lo que se tiene, sino incluso ser consciente de que todos merecemos las mismas oportunidades y que todos tenemos el mismo derecho a la vida.


Al principio del escrito mencionaba la crisis humanitaria por la que estamos pasando, esta crisis que nos ha permitido conocer la peor versión de cada persona, porque siendo sinceros, aún somos crueles y severos con aquello que consideramos no valioso, no necesario y que de alguna manera se piensa es ajeno a nuestra vida o que suele ser ofensivo para nosotros. Niños que salen a las calles en busca de Internet para tomar sus clases o personas que a pesar de la contingencia trabajan de manera informal en las calles, son muestras de una realidad y que, desaprobarlas o negarlas no ayuda a que dejen de existir. El compartir noticias, imágenes y vídeos que muestran lo difícil que es la vida para alguien ayuda a generar conciencia y movilizar a quienes tienen la oportunidad de apoyar, sin embargo existen aún mentalidades que se niegan a mirar más allá de su nariz, mentalidades que ofenden, agreden, juzgan, señalan o que se favorecen ante la necesidad de alguien más.


Y no es un asunto de política, es un asunto de la dignidad del ser humano. No es filantropía cuando mi ego se infla si ayudo a alguien más y tampoco tiene que ser un asunto de popularidad, ya que hay una línea muy delgada entre dar a conocer lo que se hace para inspirar a alguien más o darlo a conocer para un asunto ególatra y eso, no es empatía.


Foto de JW en Unsplash


Quiero apuntar a lo que Zygmunt Bauman sociólogo y filósofo polaco mencionaba acerca de la sociedad; nos dice que está debe ser el resultado de las acciones individuales por el bien colectivo. Entre más amor a uno mismo, más uno se preocupa por el otro. Estas actitudes construyen una comunidad auténtica y digna para el hombre. Una sociedad en la que supuestamente no está incluida la injusticia ni la explotación. Sin embargo este mismo sociólogo también acuño el concepto de “modernidad líquida” en el cual las sociedades se transforman en consumistas, en construir relaciones de usar y tirar; donde existe una especie de ceguera moral que impide la persistencia y construcción de valores.


No estaba muy equivocado, pues aunque hay campañas que siguen queriendo reforzar las relaciones personales, sigue persistiendo una sociedad menos solidaria, por lo tanto el individuo se torna negativo ante todo principio moral, social, religioso y/o político, carente de sensibilidad moral y hasta cierto punto mezquino. Una característica nueva de individualismo adoptado por necesidad como por elección.


Ciertamente le hemos puesto un signo negativo al egoísmo, dando por hecho que la persona que solo piensa en sí misma y que actúa de acuerdo a su conveniencia es fría y es mala, pero, el egoísmo de alguna manera te convierte en una persona más libre y más parecida a lo que realmente quieres en la vida, teniendo como fundamento el respeto por lo demás y no para perjudicar a la persona que está a tu lado. Precisamente en este contexto de contingencia muchas personas aseguran que el uso de cubre bocas es un acto de respeto por la vida personal y por la vida de quienes te rodean. Esa es la gran diferencia.


-¿Somos una sociedad deshumanizada? Sí, a veces lo somos, porque queremos rechazar lo que nos parece ofensivo, porque queremos censurar la verdad que incomoda, porque en alguna ocasión preferimos no mirar a quien se acercó a vendernos algo, porque hacemos viral en redes sociales las morbosas fotografías de los accidentados y/o fallecidos, porque nos vanagloriamos de tener buenas intenciones pero somos parte de la corrupción, de la marginación, de la mentira.


Sin embargo desde otra perspectiva un poco menos fatalista, debemos reconocer que las crisis nos dan también la oportunidad de realizar procesos de cambio, asimismo generan mecanismos de supervivencia, que nos pueden ayudar a desplazar el individualismo y activar la acción civil para mover las masas. Considero importante mencionar que los hechos también hablan de que no todo está perdido -¿Recuerdan el 19 de septiembre de 2017? Ese sector juvenil al que se le conoce como la generación de los “millenials” cuyas características son incredulidad y descontento político, unieron sus esfuerzos, mostrándose empáticos y solidarios ante la desgracia ocasionada por el sismo, actuando incluso mejor organizados que los mismos equipos de rescate para auxiliar a los afectados.



Así que, no esperemos que sigan siendo las adversidades las que nos muevan, las que nos hagan ser conscientes y empáticos con quien nos necesita. Dijera un acertado refrán mexicano “mucho ayuda el que no estorba” si no podemos ayudar en nada, hagámonos entonces a un lado y construye tu felicidad pero no, sobre la de otros.


Y de esta manera, finalizo esta reflexión que espero sea de tu agrado, no sin antes agradecer que hayas llegado hasta aquí y por tu tiempo de lectura. Hasta la próxima semana.


¡Gracias!

 
 
 

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