Gente que consume gente
- Ximena Martinez
- 31 may 2021
- 4 Min. de lectura
¿Qué? Sí, somos gente que comemos gente todo el tiempo, no bajo el término del canibalismo, sino bajo la mera reflexión de que constantemente estamos atiborrándonos del cómo vive la gente que está del otro lado de la pantalla y de la que está en nuestra vida real.
Ante la aparente necesidad de las generaciones por ser guiados, por ser aconsejados, por saberse escuchados, surgen estas figuras, estos líderes, estos influencers que aunque si bien el término estaba enfocado en una cuestión de marketing, es ahora una nueva modalidad para movilizar masas, pensamientos, opiniones, creencias; Así mismo, lo que cada artista, actor o figura pública aporta también con sus estilos de vida, y son precisamente estos, los estilos de vida a los que me dirijo como pan nuestro de cada día.
Somos consumistas por excelencia, comida, ropa, películas, muebles, tecnología, música, libros o cualquier otro artículo que no precisamente sea de primera necesidad, todo lo que sea reciente, lo más caro, lo que otros también usan, y de ahí es que surgen con éxito, cada artículo o mercancía que ciertamente los influencers y artistas nos dan a conocer. Pero esa necesidad o inspiración de saber cómo vestirme, cómo remodelar mi casa, cómo cocinar, inclusive de cómo pensar y actuar, me lleva al convertirme en un consumidor de personas. Consumirlas no es que esté mal, ellos deben su éxito a esa inspiración, pero… como todo exceso es dañino, estas figuras pueden llegar a ser y hacer tantas simplezas con tal de seguir generando seguidores, con tal de ser consumidos.
Por ejemplo, desde una perspectiva constructiva ¿De qué nos sirve ver el contenido que una cantante o influencer trae en su bolso?
Es cierto que ellos eligen serlo; que algunos, tal vez no lo esperaban y se convirtieron de la noche a la mañana, y que hay un precio siempre que pagar por la fama, sin embargo, entre nuestro apetito insaciable por saberlo todo y entre lo que ellos pueden estar viviendo al exponer tanto sus vidas, se pierde, creo yo, un poco de humanidad y empatía. Basta con leer los encabezados o los títulos de los diversos portales de información y de espectáculos.
Ya sé que el ser una figura pública por las razones que sea, ser un artista, un influencer, propicia que sean el centro de atención a donde decidan ir y que su vida se convierta en un escándalo desde el más agradable modelo hasta el peor de los chismes, pero también es su vida la que está siendo abatida y que en algunas ocasiones, son ellos mismos los que deciden ocultar o reservar lo que consideran más especial, sin embargo el hecho de que sean miembros de la farándula, supongo, no nos da el derecho de exigirles ni a ellos les da la obligación de mostrar más allá de lo que conlleva a su profesión o trabajo.

Foto de Andre Moura en Pexels
Lo mismo puede suceder con las personas de nuestro mundo real, esas con las cuales convivimos o nos topamos por casualidad o con aquellas que están en nuestra lista de amigos y contactos. Aquí, es cuando siento que también se pierde humanidad y empatía ¿Por qué? ¿Por qué grabamos un vídeo de una pelea callejera, de un individuo que está a punto de saltar de un puente, de cómo ha quedado un auto después de sufrir un accidente, la sangre en una escena, la conversación entre dos personas que discuten por el precio de un producto y tantos ejemplos más? si el afán es darlo a conocer para que no pasemos por lo mismo, quedemos con la crónica, no con lo explícito, no con la decencia humana que cualquiera puede perder en una circunstancia así.
Pero nos mueve el morbo. Porque si no hay foto no hay prueba, porque si no hay sangre no hay muerte. Nos mueve más el compartirlo, en ser los primeros en dar la noticia, el publicarlo. Porque como lo dice el filósofo francés Guy Debord en su libro “La sociedad del espectáculo” lo que no es televisado, grabado o subido a los medios de comunicación prácticamente no existe, vulgarizándolo y transformándolo en un show más; Y es así, como saciamos nuestro apetito por estar al corriente, más no por informarnos, porque son dos verbos totalmente distintos.
Aunque estamos en la era donde la tecnología ha avanzado de una manera exponencial y espeluznante, siento que no podemos faltarle el respeto a esa dignidad humana que lucha por ser conservada hasta en los peores momentos. Como el ejemplo del audio de la maestra, que en cuestión de segundos expuso la violencia con que es tratada, y aunque de alguna manera, es justo que se actué por salvar su integridad física y mental, no podemos dejar de lado el show en que por instantes, se convirtió su vida.
Antes de detenernos a fotografiar o grabar un accidente, antes de compartir una nota desagradable sobre cualquier persona que conozcamos o no en esos famosos grupos de redes sociales, antes de contribuir a viralizar las fotografías de un cadáver, de las partes íntimas de un actor, de una actriz, de un feminicidio, de aquello que te produzca náuseas, dolor, indignación, pregúntate, si a ti te gustaría estar en ese lugar y qué quisieras que se hiciera por ti. Porque en algún lugar debe existir aún sensibilidad por las desgracias ajenas.
Como siempre se los escribo, cada quien es libre de publicar lo que desee y más siendo una persona con esa capacidad de influenciar y movilizar, pero para quienes no lo deciden así, para quienes su vida ha sido expuesta sin su autorización y con el afán de consumirlos, por morbo, por curiosidad, por tener la primicia, por chisme, por ímpetu de entrometernos en lo que no debemos, pues bueno, seamos respetuosos y responsables de lo que se comparte en redes sociales o incluso, fuera de ellas.
Seamos también consumidores conscientes, en todo, hasta en lo que consideremos necesario o no, saber sobre la vida de cualquier persona.
Muchas gracias por tu visita y lectura. No olvides retroalimentar, comentar o compartir :)

Foto de Denise Duplinski en Pexels
Comentários