El mexicano malinchista
- Ximena Martinez
- 12 jul 2020
- 5 Min. de lectura
La semana pasada les compartí la primera parte de este ensayo que aborda el problema del racismo y la discriminación en México, un tema del cual muchos hasta el día de hoy han hablado, debatido y que sigue generando impugnaciones y cambios.
… Los puntos suspensivos que continúan con esta realidad diaria en el país, nos dicen que la discriminación no solo se queda en hechos y actitudes. En nuestro lenguaje también cotidiano proclamamos palabras e insultos que de alguna manera están considerados discriminatorios y de los cuales se ignora como tal el origen. Naco, indio, prieto son algunos o los más típicos agravios que se utilizan como “adjetivos” para describir a las personas que por su origen étnico poseen ciertos rasgos o un color de piel.
Ciertamente estas actitudes y ofensas no solo exhiben el poco o nulo respeto que se tiene a esa diversidad que constituye el mexicano. Obviamente concluimos que los medios de comunicación se han encargado de difundir este mensaje de menosprecio a este conjunto de personas. En días pasados fuimos testigos de una controversia en Internet respecto a este tema, y algunos personajes que acentuaban la discriminación, llevando a analizar que de cierta manera el racismo domina porque lo hemos normalizado mediante novelas, series, películas, programas de televisión que incluyen ese sutil sarcasmo humorístico mexicano hacía el pobre, el indio, el moreno.

Photo by Jezael Melgoza on Unsplash
Es cierto que una característica mexicana es reírnos de la desgracia, como una manera de afrontar la realidad o un medio para hacer catarsis; si nos burlamos de la misma muerte -¿Por qué no burlarnos de los menos afortunados? Porque olvidamos que son seres humanos y porque ese humor negro, ácido está manteniendo a este grupo en una constante sumisión, no porque deban, sino porque se asume que son menos valiosos. Lo dice una frase que seguramente muchos pudimos ver en redes sociales, el racismo no es un chiste.
Y menos lo es, cuando se da por hecho que se puede uno reír de la pobreza, de la enfermedad, de la carencia de alguien más, en un país de tanta desigualdad y violencia. En un país donde le preguntan a una persona de piel morena -¿cómo va a pagar su boleto de avión? Dando por hecho que por su color de piel no tiene los medios para viajar; donde se desconfía de una persona indígena en la entrada de una plaza comercial o donde una conocida actriz sin querer expresó naturalmente el miedo que muchas personas sienten al color moreno, al color prieto en la piel.
No obstante existe una parte contraria de este tema, un efecto espejo en el cual ahora la otra parte de la población siente que también es objeto de racismo o el mito del racismo inverso. Aquellas personas cuyo color de piel es blanco y que poseen rasgos occidentales empiezan a manifestarse en contra de los comentarios, bromas y atribuciones que se les da obviamente por su tonalidad de piel y su estatus económico. Este sector mejor conocido como “fresas”, “fifís” y actualmente como “whitexicans” derivado de la contracción de las palabras en inglés white (blanco) y mexicans (mexicanos) son también objeto de burlas y prejuicios sociales por la presunción que hay sobre su estilo de vida, sus creencias, sus gustos, su ideología y su aparente amor por lo mexicano; fotos con indígenas, fotos con vestimenta tradicional, fotos con artesanías y frases en inglés, etc. son algunas de las situaciones más parodiadas y ridiculizadas en internet. Asimismo son llamados “rubios en disturbios”.
Sin embargo cabe señalar que pese a la desatinada actitud que se tiene también a estas personas, no se considera que tenga el mismo impacto racial y de desarrollo como a las personas indígenas y de piel morena. Los efectos son mínimos ya que este sector privilegiado precisamente puede gozar con mayor facilidad y aspirar a mejores estándares de vida. Incluso se considera que no son objeto propiamente de racismo, sino más bien de prejuicios raciales en torno a su tono de piel. Pero no podemos dar por hecho que ahora viene una revancha por tanto años de exclusión y burlas.

Foto de Emir Saldierna en Unsplash
Aunque estos prejuicios raciales son de igual manera negativos y despreciativos, el racismo conlleva a una desigualdad social que año tras año se ha mantenido y acentuado para quienes están debajo de las estructuras de poder, al no ejercer plenamente sus derechos; porque precisamente los derechos se encuentran limitados al estatus y el poder adquisitivo. En este país se tiene que pagar por una buena educación, porque las escuelas públicas distan de ser la excelencia; se paga por tener acceso a un digno sistema de salud, se paga por el asentamiento, se paga hasta por el entretenimiento para más o menos tener “una vida de calidad”.
Sin duda alguna, estas prácticas racistas han dejado huella de generación en generación, y no es un asunto de moda, es un asunto que desde años atrás ha hecho ruido sin poder ser escuchado hasta el día de hoy. Hay quienes aseguran que las personas que muestran la indignación bajo la cual han vivido poseen un resentimiento personal sobre la supuesta “vida que les tocó”, sin embargo el hastío va más allá de no suponerse merecedores de la lastima o del rechazo de las clases favorecidas, el hastío lleva como estandarte la justicia social que debe imperar en un país que aunque probablemente seguirá dividido, pero que no debería denigrar a la gente que mayormente compone la pluralidad, aquella gente que porta orgullosamente los rasgos de nuestros ancestros, aquellos mestizos que son el resultado de la conquista y aquellos afrodescendientes que también llevan sangre mexicana en las venas.
México es un país compuesto en su mayoría por gente morena. Sin embargo este color ha significado pobreza e ignorancia. Cuando en realidad debe tomar significado como un color lleno de historia y tradición.
No se nace siendo racista. No se nace creyendo que la gente no tiene el mismo derecho que tú. Que si bien es cierto que lo aprendemos en casa, en la escuela, en la televisión, en la radio, aprendimos que siempre hay un prietito en el arroz o que debemos mejorar la raza; aprendimos que lo gringo es mucho mejor que lo mexicano, que es más atractivo un nombre en inglés que en español, hemos aprendido tantas cosas racistas que no nos percatamos que al discriminar esto, nos estamos discriminando también a nosotros mismos, porque aunque haya familias con ascendencia de otros países, nacimos y vivimos en México, somos mexicanos.
Desaprendamos que lo mexicano es naco, es pobre, es sucio, es feo. México está compuesto de pluralidades, de cultura, de historia, de colores y sabores. Aunque si bien es cierto, el racismo tiene su origen en la desigualdad social, pero si no se puede mejorar la vida de las personas que nos rodean, no propaguemos con burla y socarronería las desventajas que día a día viven las personas morenas, las personas indígenas, las personas marginadas. Si queremos que nuestro país progrese y si queremos ser respetados por otras naciones dejemos de ser los clásicos mexicanos malinchistas; aprende a conocer, investigar y admirar tus orígenes.
Muchas gracias por tu lectura.
Nos vemos en el próximo escrito.

Foto de Joseph Grazone en Unsplash
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