top of page
Buscar

Catadores de vida

  • Foto del escritor: Ximena Martinez
    Ximena Martinez
  • 15 jun 2021
  • 3 Min. de lectura

Siempre he querido escribir sobre ellos, porque creo que es un privilegio el toparse con uno y poder conversar. Sé que a veces nos abruman con sus recuerdos, con las historias que mil veces hemos oído y que hasta parece sabemos de memoria, pero es que precisamente su memoria les juega una mala broma. Y es que esos recuerdos añejos, son su mayor tesoro. Estar con ellos es como estar con un niño, se vuelven necios, tardos y tenemos que asegurarnos que hagan “bien” las cosas; que sean adecuados, limpios, obedientes ¡cómo si nosotros lo hubiéramos sido de pequeños!


Que no se pierdan, que no interrumpan, que no hagan nada vergonzoso, que no haya necesidad de cuidarles el paso, porque ahora los adultos con responsabilidades somos nosotros, ahora somos los que no tenemos tiempo para atenderlos, para escucharlos, para mirar la maravilla que puede ser para uno de ellos el haber cocinado, el haber limpiado, el haber cosido, el haber cuidado el jardín o simplemente el esfuerzo de sobrevivir un día más.


Ciertamente ellos vivieron en otros tiempos, que pudieron ser mejores o peores, creo que eso no podemos juzgarlo, por más relatos contados jamás lo sabremos. Y aun así nos empeñamos en que hagan lo que para nosotros puede ser tan fácil, nos empeñamos en que cambien de parecer, en que se adapten a nuestras modas, a nuestras creencias, a nuestra tecnología, sin tratar de entender que ellos, ya no tienen tanto tiempo para cambiar.


Lo que quieren es tal vez, solo disfrutar lo que queda de vida, lo que construyeron, lo que sembraron, lo que cuidaron, incluyéndonos, lo que amaron, lo que fueron. No hagamos de ellos, unos jóvenes de cabello blanco, no queramos que sientan nuestra edad, respetemos su tiempo, sus canas, sus movimientos, que amen su edad, sus años, que dignamente aprendan a despedirse, sin exigirles más tiempo.


Qué cierto es que sus arrugas son la prueba del tiempo, de la dureza de la vida, de los lugares a los que fueron y sus ojos, empañados de recuerdos y experiencias que ojalá podamos nosotros algún día también conservar, su voz, que se quiebra y se detiene, su memoria que va y viene, su calidez o frustración, su paso siempre cansado, ellos son la prueba de la fortaleza humana, de que la piel aunque se estire no deja de ser piel y no se deja de sentir.


Que sean sus hábitos, los que nos llenen de sabiduría y no de discusiones sobradas, porque es muy cierto lo que siempre nos dicen, que como tú lo mires te verás, y como tú te ves, él se miró; que sea de orgullo llevarle del brazo, sostenerlo, caminar por él, son una presea, son la historia viva y los mejores contadores de ella, son quienes con su existencia nos dieran la nuestra, somos una parte de ellos, somos sus ojos, sus manos, su voz y en el mejor de los casos, su vivo retrato. Somos lo que ellos quisieron ser, hacemos lo que no se atrevieron, decimos lo que callaron; y ellos a su vez representan el túmulo de triunfos, de anécdotas, de éxitos, con los que a veces bromeamos porque sentimos que como adultos no lo estamos logrando.


Hagamos que su último paso, que su último suspiro, que este tramo sea el más agradable, hagamos que estos catadores de vida, se vayan con una sonrisa y nosotros nos quedemos agradecidos por lo que fue su presencia en la nuestra.


Muchas gracias por tu visita y lectura. No olvides retroalimentar, comentar o compartir :)

Foto de Vlad Chețan en Pexels

 
 
 

Comments


© 2023 by Name of Site. Proudly created with Wix.com

bottom of page