“A mí, no me va a pasar”
- Ximena Martinez
- 18 ago 2020
- 5 Min. de lectura
-¿Cuántas veces no hemos dicho algo así? les confieso que yo unas mil veces, y es que la vida es solo un instante que no se vuelve a repetir. Después de una ausencia en este espacio donde precisamente me revivo cada vez que les escribo algo, tuve la oportunidad de experimentar algunas sensaciones que me hicieron reflexionar mucho acerca de lo inmortales que podemos creernos. Como ya lo decía, la vida pasa y si no es disfrutada qué sentido tiene, pero por otro lado sí necesitamos vivirla pero, con responsabilidad.
El confinamiento en el que aún estamos, sigue y sigue generando mucha incertidumbre ya que estamos a cuatro meses de finalizar el año, sin idea de cómo realmente lo terminaremos. Sabemos de ante mano que la pandemia le ha arrebatado a muchas personas seres queridos, proyectos, sueños y que no es de esperarse, que no solo para quienes aún siguen sin la posibilidad de regresar a sus empleos o su vida normal, pareciera que ha sido en vano todo lo realizado antes de esta situación.
Leo muchos comentarios respecto a que ni siquiera deberíamos cumplir años porque realmente no hemos vivido el año como tal. Puede sonar absurdo, pero para ser sinceros está claro que efectivamente tuvimos momentos en los que sentíamos que la vida se detenía por completo. Como ya lo he escrito en anteriores ensayos, nuestra existencia se redujo a nuestro hogar. Nuestros lugares de visita se volvieron las habitaciones comunes de una casa, y el vivir se sentía real solo a través de las redes sociales.

Foto de Engin Akyurt en Pexels
“Qué cosa tan extraña es el hombre, nacer no pide, vivir no sabe y morir no quiere”
Sabias palabras de Don Facundo Cabral que en efecto, resumen el pasar de los días durante la contingencia. El vivir para el hombre, ha sido siempre la meta final y no la carrera en sí. Queremos llegar triunfantes, victoriosos, llenos de aprendizajes, experiencias y ahora también sanos; pero olvidamos disfrutar de este trayecto y evadimos a toda costa cualquier situación que pueda empeorarla.
Y en esta angustiante necesidad de vivir, optamos por dos extremos. Nos volvemos tan temerosos de cada paso que damos o nos bebemos todo de un solo trago. Al principio les escribí que nos creemos a veces inmortales, porque en ese extremo decidimos “vivir al máximo” sin entender que el máximo implica responsabilidad y consecuencias de cada acto.
Los adolescentes, por ejemplo, dada la etapa que están atravesando tienden a vivir sin importarles el mañana, buscando autonomía y personalidad. Sin embargo aunque pareciera justificable que su comportamiento los lleve a vivir situaciones de riesgo como el manejar alcoholizados o tener relaciones sexuales sin protección, ellos están formándose un camino para el cual los padres deben ser sus guiadores, pero -¿Qué onda con los adultos que actúan de manera irresponsable?
No digo que por ser adultos no podamos equivocarnos, ni podamos tomar malas decisiones, pero es de esperarse que cuando nos referimos a temas de salud, el adulto conduzca su vida de tal manera que mire por su propio bienestar. Y me enfoco precisamente al tema de la salud, ya que son tiempos en los cuales se nos ha probado la lealtad que le tenemos a nuestro cuerpo y cada una de sus funciones.
Son tiempos en los cuales hemos aprendido que lo más valioso que en realidad puede tener el ser humano es justamente la salud. Sin salud son escasas las cosas que se pueden hacer. Y esta lealtad y respeto que requerimos sentir por nuestro cuerpo deben llevarnos a tomar las medidas necesarias para preservarlo. Precisamente durante este contexto pandémico se nos ha solicitado por todos los medios posibles que atendamos las indicaciones pertinentes para evitar un posible contagio; a decir verdad ¿Cuántos hemos hecho caso como tal de ellas? Habrá personas que hasta se mofan de las precauciones tan extremas a las cuales ha llegado la gente con tal de protegerse.

En este sentido, también hago énfasis en cómo cuidamos de manera general el cuerpo. En su alimentación, en el cuidado de la piel, en la limpieza, en cada aspecto corporal que lo requiere; y no lo digo con el afán de ser jueces del estilo de vida de alguien, porque como recordarán en “demasiado gorda para ser feliz” (https://xmena365.wixsite.com/misitioximena/post/demasiado-gorda-para-ser-feliz) lance una perspectiva de que enjuiciamos los cuerpos ajenos, de no entender la diversidad corporal del ser humano. Más bien, señalo esta situación para que nos demos cuenta de que los excesos realmente pasarán en algún momento factura. Hemos visto campañas de alimentos y bebidas con su aparente advertencia “el consumo en exceso puede ser nocivo para la salud” sin embargo el problema no solo es la calidad con que están hechos sino las constantes referencias que podemos hacer sobre el sentimiento que nos causa consumir dicho producto.
Este tema alimenticio merece un ensayo, pero por el momento tenemos que ser reflexivos y conscientes de lo que está entrando a nuestro sistema; y no solo el alimento, sino las acciones, los cuidados, incluso los pensamientos con que nutrimos cuerpo y mente.
El “a mí, no me va a pasar” no implica una certeza definida de lo que sucederá en tu vida.
Hay un libro que me gustaría recomendarlo ampliamente ya que tiene una perspectiva de cómo podemos elegir la vida. “El arte de ser egoísta” como lleva por nombre este libro, de Josef Kirschner hace hincapié en esta poca responsabilidad que asumimos de cuidar nuestra salud, sugiriendo que de alguna manera sabemos que existen personas que están preparadas para atender lo que nosotros hemos descuidado viviendo en excesos o tomando algunas imprudenciales decisiones, al punto en el cual, si yo enfermo acudo al médico que sé que tiene la responsabilidad ahora de curarme. Y no es que esté mal que existan médicos, psicólogos, psiquíatras, nutriólogos y expertos en salud, en todo caso deben ser una extensión más para saber que el cuidado empieza por un mismo.
Vivir al máximo es disfrutar esos instantes que no se repetirán; instantes que pueden ser tan sencillos como detenerse un momento y mirar un atardecer, como también lo puede ser pasar una noche entera sin dormir mirando las estrellas o mirando películas. Máximo no tiene que ser forzosamente peligroso ni dañino. Ahora más que nunca entendamos el valor de la vida, el valor de tener un cuerpo que funciona naturalmente perfecto, que podemos respirar, que podemos oler, mirar, escribir, pensar… No recuerdo donde fue que leí que cuidar el cuerpo era cuidar el único lugar donde vamos a vivir, y es cierto. Este espacio de piel es donde vamos a prevalecer (espero sea así) muchos años más.

Foto de Isabella Mariana en Pexels
La pandemia sí nos tiene en pausa, pero que esta pausa sirva para retroalimentar el camino que estamos eligiendo, sin importar la edad o los daños ya causados a nuestro cuerpo, o las enfermedades que aún pueden estar por venir, vamos a vivir con esta plena seguridad de que tanto tu mente como tu cuerpo serán aliados y no se conviertan en tus enemigos.
Mil gracias por regalarme nuevamente estos minutos de lectura. Con gusto los espero la próxima semana para compartir este espacio #Haciendocatarsis.
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