¿A dónde se va uno cuando está harto?
- Ximena Martinez
- 25 mar 2021
- 4 Min. de lectura
O ¿cuándo no quiere estar en ningún lado? Creo que todos hemos experimentado esa sensación de querer correr pero no saber a qué dirección dirigirte, de sentir ganas incontrolables de llorar o simplemente alejarte de todo ruido y estar en soledad y silencio.
Cada persona procesa de manera distinta las emociones; cuando el enojo o el hartazgo por lo que vivimos – encierro, pandemia, robos, crisis, ansiedad y hasta la vida misma - llega a su nivel más alto, cada uno tiene su manera de explotar. Porque eso se siente por dentro, una explosión. Gritas, dices groserías, rompes, rayas, golpeas, atacas, lloras, corres, el chiste es sacarlo de ti, en el mejor de los casos, porque también hay quienes se tragan su sentir, dañando aún más el interior.
Y a propósito de sacar a relucir la palabra hartazgo, las acciones que vimos en fechas recientes, la justifican y se ha convertido para algunos, dentro de los límites de lo permitido, como una manera de manifestación, como una forma de hacerle saber a la sociedad, al gobierno, al mundo que no se va a tolerar más opresión. Obviamente habrá quienes reprueben por completo estas acciones, ya que pudieran repercutir de una manera más violenta. Precisamente en torno a esto, escuche incluso que antes de generar algún tipo de comentario tendríamos que considerar, conocer y distinguir la diferencia entre tres palabras: violencia, protesta y vandalismo.
Sin embargo, la finalidad no es enfrascarme en un discurso sobre qué está bien o qué está mal, sin son o no las formas, la intención es entender ¿a dónde nos lleva el dolor, la tristeza, la injusticia? Lo injusto en ojos ajenos no duele, hasta que te toca. Hasta que eres tú quien grita, quién llora, quién golpea para sacar el coraje o quién espera horas eternas para ser atendido, para ser escuchado, cuando es a ti a quien robaron, a quien tocaron sin consentimiento. Entonces el llanto, el grito o la agresión son nuestras únicas formas de expresión.
Y es que a veces confundimos los sentimientos, es común llorar pensando que se está triste cuando en realidad se está enojado y viceversa. Pero lógicamente es casi imposible pensar en lo que se dice o se hace cuando se nos nubla la mente y los ojos. Por ello se sugiere que antes de tomar cualquier decisión, uno no debe estar ni enojado, ni triste y ni siquiera feliz, porque lastimamos a otros con las palabras o prometemos cosas que no podremos cumplir; para tomar decisiones se supone que es mejor estar lo más estable posible.

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El detalle también está en que nos han educan creyendo que el enojo es un sentimiento malo, negativo y el que se enoja pierde. Pero el verdadero inconveniente de enojarnos no es el sentirlo como tal, sino la manera en cómo lo damos a conocer. Recuerdo perfectamente que en terapia me plasmaron esta idea cuando a través de un ejemplo comprendí que hay un propósito de sentirlo – imagínate que andas por la calle paseando en tu bicicleta, alguien de momento se te cruza de frente, te paras, esta persona se acerca, te empuja, te tira de tu bicicleta y se la lleva; es lógico que esto hará que te enojes. La función del enojo, será que hagas algo para recuperar tu bicicleta, que defiendas lo que es tuyo, tu derecho, tu espacio, tu libertad – analizando la situación, percibimos ese propósito de sentir el enojo, de sentir la energía necesaria hasta de irnos corriendo detrás de esta persona, sin embargo al ser tan distintos como seres humanos, biológica y hasta emocionalmente, e incluso considerando la manera en cómo hemos sido enseñados, no todos pueden emplear el enojo como una alternativa para actuar en favor de la supervivencia.
Es entonces cuando el enojo pasa de ser una emoción saludable a una conducta destructiva, y que en algunos casos, requiere de apoyo. El sentir esta clase de emociones que van desde una molestia leve a una ira intensa - creo que debemos puntuar – jamás será una justificación para dañar a otras personas.
Y bueno, entonces ¿es correcto que mostremos nuestro coraje? Tenemos el derecho de expresar las emociones, así sean positivas o negativas, porque repito todas tienen una función en la vida, pero sería conveniente incluso, considerar establecer y de manera personal un límite en cuanto a la demostración principalmente, de las emociones negativas.
Tanto se nos sugiere que cuidemos lo que alimenta nuestra vida, lo que entra a nuestro cuerpo y mente, no solo refiriéndonos a la comida como tal, sino a las acciones en las cuales nos sumergimos – en su mayoría – al discutir con un desconocido en redes sociales porque piensa distinto a mí, a las discusiones que pueden surgir entre conductores a la hora pico, con el peatón que se atraviesa, con el que tira basura en lugares prohibidos, con aquel que no contesta un “buenas tardes”, etc. porque en estas situaciones diarias gastamos energía, saliva, tiempo y a veces, sin ninguna finalidad.

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¡Qué fácil sería el poder discernir la situación en la que vale la pena convertirme en un energúmeno!
Sin embargo, es posible que las situaciones que enojan o hartan nos lleven a generar un cambio, nos lleven entonces a modificar, a cambiar, a aprender de manera significativa. No olvidemos que precisamente el enojo y la injusticia años atrás crearon revoluciones, crearon cambios, crearon libertades, de manera colectiva y de las que hoy, independientemente del género, gozamos tanto mujeres como hombres.
Probablemente no haya un lugar a donde uno pueda ir cuando se está harto, cuando no quiere estar en ningún otro; tal vez haya muchos donde uno pueda distraerse, olvidar, llorar, sentirse refugiado. Pero no existe aún, un lugar donde uno pueda huir de sí mismo y ese, precisamente es el encuentro que se necesita, el sitio donde puedas estar a solas contigo.
Agradezco mucho tu lectura y que sigamos #HaciendoCatarsis
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